El martes asistí al Centro de Formación de Personas Adultas Profesor Alberto Barrios, en el barrio de Virgen del Remedio, y descubrí el valor de esa otra frase que recitamos, a veces de modo mecánico, «querer es poder».
No importa haberse levantado a las 4 de la mañana para ir a trabajar hasta el mediodía; o vivir con varios hijos y nietos en casa, sin prácticamente ningún ingreso; o haber cumplido apenas la veintena y tener tres hijos y atenderlos tras haber limpiado varias casas ajenas por la mañana: la gente que conocí el martes no falta a sus clases durante toda la tarde, es más, en su reincorporación esta semana tras las vacaciones, sus ojos brillaban por la emoción de volver a esa rutina.
Casi pude palpar el verdadero sentido del orgullo, del espíritu de superación, del valor del trabajo y el esfuerzo personal, de la colaboración. Vi auténticos héroes, pero no de los que se dibujan en un papel, sino de los que viven día a día en unas condiciones sociales, económicas y culturales terribles. Y sin embargo luchan, luchan, luchan, en lugar de quedarse en el «quiero y no puedo».
Por supuesto, esto no sería posible sin el esfuerzo personal y la implicación de un profesorado al que la calificación de ‘vocacional’ se le queda corta. Se implican de tal modo que forman parte de su familia (de hecho, a veces se convierten en la única familia con la que cuentan, literalmente) y les dedican horas más allá de la responsabilidad que su cargo les exige.
A veces, las frases hechas de nuestro refranero popular toman cuerpo… y nombres propios.
Suscribo tus palabras, Nuria. Es ejemplar el trabajo de esos profesores del Barrios. Profesionales entregados, bien preparados y voluntariosos, que tienen muy claro las dificultades de su labor con un alumnado adulto condicionado por situaciones de dificultad.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Agustín. Estamos preparando un programa con profesores y alumnos. Espero que lo puedas escuchar y resulte de tu interés. Hay que dar a conocer el trabajo que realizan.
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